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sábado, diciembre 02, 2006

Escrito de Jaime Sanchez S.


Al término del sexeinio, es necesario hacer un Balance, como lo indica Jaime Sánchez Susarrey, en su columna de este dia en reforma.com
Son muchos los asientos contables en el DEBE, desequilibradamente mas que los HABER. No podemos darnos el lujo de repetir las fallas, nuestro México requiere avances inmediatos en casi todos los rubros: económicos, políticos y sociales.

Aquí se los dejo:

Jaime Sánchez Susarrey
Balance


Se fue el sexenio del cambio. Fox pasará a la historia como el hombre que sacó al PRI de Los Pinos. Pero también como el Presidente que generó grandes expectativas y tuvo pocas realizaciones. La distancia y el tiempo permitirán hacer un balance más ponderado de su gobierno. Por lo pronto, se puede hacer un inventario de los principales aciertos y errores que cometió en esos seis años.

El primer error fue, sin duda alguna, la integración del gabinete. No formó un gobierno de coalición ni de filiación panista. Peor aún: la lealtad al Presidente de varios secretarios y funcionarios era más que dudosa (baste recordar la historia de su secretario particular, Alfonso Durazo). Dos nombramientos fueron particularmente desafortunados: Gobernación y Relaciones Exteriores. Se equivocó también en la designación de Aguilar Zinser como consejero de Seguridad Nacional. La falta de coordinación y dirección en esta área fue catastrófica.

Equivocó la definición de prioridades. La pacificación de Chiapas y las negociaciones con el EZLN consumieron los cuatro primeros meses de su gobierno. Pero además, lastimaron sus relaciones con el PRI y con Acción Nacional. Pasado ese trago amargo, cuyo saldo fue absolutamente negativo, se empeñó en alcanzar un Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional. Invirtió tiempo y esfuerzo en un listado de buenas intenciones que hoy nadie recuerda ni evoca. Mucho ruido y ninguna nuez.

Mantuvo una relación ambigua con el Congreso y con el PRI. No entendió la necesidad de formar alianzas. Hablaba y se proponía alcanzar consensos. Pero, al mismo tiempo, creyó que la fuerza de la Presidencia se impondría sobre los legisladores de su partido y de la oposición. El "bono democrático" funcionaría como la palanca de Arquímedes. Respecto del PRI osciló entre la condenación y la búsqueda de un entendimiento. Lo que se tejía por la mañana se deshilaba por la noche.

Hizo un pésimo cálculo en la elección intermedia. Apostó a ganar la mayoría en la Cámara de Diputados. Había que quitarle "el freno al cambio". Vicente Fox y Marta Sahagún se metieron de cabeza en la campaña. Las encuestas, sin embargo, mostraban una recuperación del PRI y un descenso en las preferencias por Acción Nacional. El resultado final fue malo para Acción Nacional y pésimo para el presidente de la República. La elección intermedia lejos de fortalecerlo, lo debilitó.

Toleró, y en cierto sentido alentó, que la sucesión presidencial se adelantara. Peor aún, dejó durante varios meses que Marta Sahagún jugara con la idea de convertirse en la candidata de Acción Nacional a la Presidencia de la República. El efecto en el interior del PAN fue desastroso. Agudizó las disputas y tensó las ya complicadas relaciones con el jefe del Ejecutivo y con la primera dama. La rectificación le fue impuesta por los propios panistas. Después vino la abierta injerencia de Fox a favor de uno de los precandidatos, Santiago Creel, y la condenación de otro, Felipe Calderón.

Fox no es el primer presidente de la República en padecer el síndrome del 68. Ernesto Zedillo dio antes una lección memorable. Dejó que un grupo de vándalos secuestrara a la UNAM durante nueve meses sin mover un solo dedo. Pero Fox mejoró la marca. De Atenco a Oaxaca, pasando por la toma violenta de la Cámara de Diputados o los linchamientos de policías, el patrón fue idéntico: confundió la aplicación de la ley y el uso de la fuerza pública con un acto ilegítimo de represión. La falsa tolerancia y la irresponsabilidad fueron las notas dominantes. No faltó incluso una cierta dosis de cinismo. Oaxaca lo ejemplifica a la perfección: el conflicto le fue heredado a Calderón con premeditación y alevosía.

En el otro lado de la balanza están los aciertos.

El primero de ellos y el más importante fue el nombramiento de Francisco Gil Díaz en la Secretaría de Hacienda. Fox, hay que subrayarlo, aprendió en cabeza ajena. Hizo lo necesario para evitar que se repitiera el "error de diciembre". No sólo eso. En términos económicos se comportó racionalmente y con prudencia. No coqueteó con el populismo ni se embarcó en la demagogia. Asumió que las reformas económicas emprendidas desde 1982 iban en la dirección correcta y había que mantenerlas. El resultado no es menor: la inflación está en su nivel más bajo y estamos ya en el segundo cambio de gobierno con estabilidad económica.

Las asignaturas pendientes que dejó el gobierno de Fox en materia de reformas estructurales y del régimen de pensiones están a la vista. No hubo avances y su resolución es urgente. Sin embargo, en el campo de la política social hay dos programas que vale la pena mencionar: el primero es el Seguro Popular que, con todas las limitaciones del caso, llega por primera vez a los sectores más desprotegidos de la población que no contaban con ningún tipo de protección médica. El segundo es el programa de Oportunidades que beneficia a cinco millones de familias (que equivalen a unos 25 millones de personas). La novedad de este programa radica en que es un apoyo directo a la estructura familiar y funciona con el concurso de tres secretarías del área social (Sedesol, Educación y Salud).

Se criticó mucho que el día de su toma de posesión Vicente Fox iniciara sus actividades con una visita a la Virgen de Guadalupe. El temor era que bajo su Presidencia se confundiera el espacio religioso con el espacio público. Nada de eso ocurrió. Porque más allá de ese y otros gestos, como presidente de la República no emprendió una cruzada con tintes religiosos o morales ni se propuso modificar el artículo 3o. Constitucional. Jamás hubo una iniciativa o una declaración contra el carácter laico de la educación pública.

Paradoja de paradojas, las políticas de salud pública del gobierno de Vicente Fox fueron mucho más liberales que las de los gobiernos de Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo. Julio Frenk recibió el respaldo del presidente de la República en todo momento, incluso cuando sus decisiones fueron muy polémicas como en el caso de la píldora del día siguiente.

No hay duda de que Fox se equivocó en el asunto del desafuero. Calculó mal la correlación de fuerzas. No se equivocó, sin embargo, en la evaluación de López Obrador. Lo percibió como lo que realmente era y es: un peligro para México.

Este es un balance inicial. Predominan los tonos grises y los claroscuros. Fox desaprovechó oportunidades. Fue bravucón y sacatón. Deja la seguridad pública muy deteriorada. Y sin embargo, el país cuenta con estabilidad económica y política, aunque los riesgos a futuro sean serios y grandes.

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