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lunes, noviembre 20, 2006

Escrito de Hoy de Jesus Silva-Herzog M.


Este día en el periódico Reforma de la Cd. De México, Jesús S-H M. Escribe una muy descriptiva nota de lo que fue el sexenio del presidente Fox, vale la pena agegarla al Blog pues la considero fuente de diversas reflexiones, mismas que será interesante analizar bajo el crisol del tiempo, y observaremos no sin cierto morbo que pasa pues EL TIEMPO PONE A CADA QUIEN EN SU LUGAR:


Jesús Silva-Herzog Márquez
Fox, gobernante


Su gobierno expiró antes de tiempo y apenas puede decirse que empezó. El gobernante se convenció de que su marca en la historia no dependía de sus logros sino de su origen. Desde su toma de posesión, su mirada estuvo puesta en el pasado. Si algo marcó la gestión de Vicente Fox fue su incapacidad de palpar las exigencias del presente. Nunca entendió el poder que recibía, las restricciones que enfrentaba, la compleja textura de su circunstancia.

Se le reconocerá como un gobernante que fue respetuoso con otros poderes. Durante seis años vimos el funcionamiento de un régimen de equilibrios. Los contrapesos, desde luego, no son regalo suyo sino resultado de la institucionalización del pluralismo. De cualquier modo, habrá que reconocer que el Presidente no intentó en ningún momento traspasar los linderos de sus competencias constitucionales. Protestó, es cierto, cuando la legislatura rechazó sus propuestas, pero acató en todas las ocasiones el veredicto de la mayoría. Igualmente, en los casos en que la judicatura se pronunció en contra de la Presidencia, el Ejecutivo acató escrupulosamente las resoluciones judiciales. Es cierto que su relación con la legislatura fue rijosa y, sobre todo, improductiva. El gobierno federal no se entendió con los legisladores. Pero es importante subrayar que el gobernante supo detenerse ahí donde la Constitución fijaba el límite de sus poderes.

Frente a las instituciones constitucionales fue respetuoso. Frente a los poderes fácticos mostró temor o, tal vez es más correcto llamarlo, sumisión. El apóstol del cambio fue el gran abogado de los beneficiarios económicos y políticos del antiguo régimen. No desaprovechó oportunidad para lanzarse retóricamente en contra del viejo sistema político. Los cargos se repetían en el desayuno y en la cena: hemos dejado atrás 70 años de un régimen autoritario, corrupto, ineficiente, injusto, inmoral, arbitrario. El problema fue que, mientras atacaba a los fantasmas del viejo régimen, mimaba a sus herederos. Los sobrevivientes del arreglo abusivo se convirtieron en sus compañeros de viaje, en sus protegidos. Decidió no enfrentarse a las fuerzas reales. Se congració con los sindicatos más arcaicos y con los monopolios más onerosos. El interés público se diluyó entre cálculos de aplausos fáciles, aliados serviciales y ventajas inmediatas. Cedió una y otra vez ante los chantajes de los intimidadores y estimuló con su apocamiento, una política de la ilegalidad. La pedagogía foxiana no pudo haber sido más siniestra. La lección se entendió muy pronto en todos los ámbitos: agredir se convirtió en la recomendación de un régimen que premiaba a quienes rompían las reglas. Los machetes que doblegaron al gobierno son solamente la estampa más visible de una política abdicante.

Gobernar es asunto de posaderas, decía Ortega. Para gobernar hay que sentarse. El presidente Fox mostró una aguda aversión al trabajo de escritorio. Desde el primer momento expresó su desprecio a esas labores de claustro. Quiso gobernar fuera del palacio, en contacto con la gente, cerca de los problemas. Eso decía él, pero al cabo de los años demostró que gobierna poco quien no es capaz de inyectar un principio de organización. Fox no tuvo la paciencia para analizar con cuidado la situación de la inseguridad; no se concentró a delinear una estrategia para lanzar su iniciativa fiscal; no dedicó tiempo a compactar un grupo coherente y disciplinado. La improvisación, la incongruencia y la contradicción fueron el resultado inevitable de esta indisposición a tomar asiento.

Que no haya sido hombre de ideas no es necesariamente un defecto político. Los estadistas no suelen ser hombres de gran imaginación. Pero son, si en verdad mandan, hombres de nociones claras y voluntad tenaz. El presidente Fox no tuvo lo uno ni lo otro. La carencia más grave fue, sin duda, la segunda. Careció de eso que podríamos llamar impulso político. Tras su triunfo electoral quedó vacío de propósito. Su misión fue derrotar al PRI y no encontró forma de renovar su empeño tras el éxito del 2000. Su idea de poder resultó una frivolidad: deferencias, luces, micrófonos y reflectores, aplausos y encuestas. No sintió la gravedad del poder, su potencia transformativa. No lamentó sus derrotas porque nunca quiso, con vigor, nada. Su elasticidad frente a los éxitos de sus rivales que vetaron sus iniciativas más importantes habla más de su indolencia que de su talento adaptativo.

Su retórica de la Fundación resultó hueca. El Adán de la democracia fue un ordinario gestor de la conservación. No pueden ignorarse sus éxitos. Lo notable es que los orgullos al final del camino no provienen de la innovación sino de la preservación; no son la consecución de logros sino el conjuro de las catástrofes.

Será cierto que Fox no se obstinó en proyectos, pero sí se ofuscó en sus enconos. Un político ha de sentir, supongo, un vital impulso polémico, discutidor, combatiente. Fox lo tuvo en el sentido más estéril y más dañino que puede imaginarse. Usó la tribuna pública como plataforma de la provocación. Recalco: no un estrado para el argumento que confronta, sino para la frase impertinente y fastidiosa. La obsesión antipopulista -o, más concretamente, el odio enfermizo que sintió por el alcalde de la Ciudad de México- no parecen en Fox padecimientos genéticos sino una infecciones maritales. Sea cual sea su origen, marcan lo peor de una administración que no logró darle al país un impulso que era tan necesario como posible. Un Presidente manipulable y frívolo, negligente y pendenciero tiró a la basura la gran oportunidad del nuevo siglo.

Nota de este Bloguero, o sea yo: LOS TOROS SE VEN MEJOR DESDE LA BARRERA ¿verdad?

Solo le preguntaría al escritor: ¿Que valor tuvo para nuestro País el haber sacado al PRI de los pinos? ¿Como administrar un País tan corrompido? El hombre o mujer que hubiése tenido la oportunidad de Fox, y por mas que quiera no defenderlo, habría tenido los mismos problemas con un Congreso tan corrupto. Repruebo así mismo las fallas en haber controlado a Martha y a los hijos de ella. ¿Pero que son estas corruptelas comparadas con las del pasado priista? ¿que fueron estos abusos comparados con los de Salinas y sus complots? Pequeñas travesuras amateurs.

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